Recuerdo ahora, el poema popular que, de adolescentes, declamábamos en los clubes banilejos y hasta en serenatas revolucionarias por halagar a una muchacha de ojos verdetristemar, a la que, "moraítos" de amor, siempre fuimos incapaces de robarle un beso, pero es que el amor, siempre ha sido así: hace estúpidos a los inteligentes e inteligentes a los estúpidos.
Pero ese es tema para algún bulevar de sábado.
Hoy, se trata de, a través del poema popular, explicar la importancia ciudadana de ejercer el voto: "Cuando le toque votar/ atienda bien/ Cuando le toque votar tenga presente/ que en ese papelito que usted entrega/ deja lo más sagrado que tiene un hombre: su libertad, su dignidad y su conciencia."
Y es que una vez más, por las buenaventurazas de esta mejorable democracia nuestra, los dominicanos tenemos la posibilidad de ejercer el derecho al voto y hacerlo con absoluta libertad, en condiciones mucho mejores que en el pasado, sin unas fuerzas incontrolables controladas por la mano siniestra de un genio del mal, don Joaquín, que todo lo consintió –incluso la sangre- con tal de ser y seguir siendo Presidente de la República.
El viernes iremos a votar, sin que en cada pueblo del país un coronel del EN, barrigón y despeinado, reciba al candidato opositor con bombas y tiros. Y no habrá doble padrón, ni plan B. Por no haber, no habrá ni Operación Palito, actas mal contadas para robar senadores, no. Esas son pruebas superadas. (Tatica existe.)
Lo que tenemos hoy es una JCE concentrada en poder decirle al pueblo antes de las 12:00 PM, que Leonel o Miguel es el presidente electo. ¡Y ya! Y todo, sin que mi dilecto Monseñor Agripino, tenga que desatender su PUCA para salvarnos de planes B, sin que los embajadores imperiales o coloniales amigos, tengan que echarnos la mano amiga de siempre.
En lo que a organizar elecciones y ganarse la confianza de los dominicanos, (lo dicen las encuestas) a la JCE le va llegando la hora de los pantalones largos.
Queda pendiente una ley de partidos que entre otras cosas, evite que el lavado y el narcotráfico, -tan presentes- nos impongan cualquier día –democráticamente- un legislador, un síndico y hasta un Presidente.
Y queda pendiente una modificación constitucional, que ojalá prohíba la reelección presidencial, que en países con nuestras debilidades institucionales, -y las elecciones de 2004 y 2008 lo han demostrado- no hace más que amplificar las perversiones e imperfecciones que arrastra nuestro sistema político desde Lilís hasta ayer. Transparentar las finanzas lúgubres de los partidos, y prohibir la reelección, para que ella vuelva sólo y cuando la democracia dominicana, sus ciudadanos y sus instituciones, vistamos, al fin, pantalones largos, no antes. pablo@pablomckinney.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario