Ya no quedan elecciones por ganar, sino una patria por salvar, por hacer que sobreviva, ella, en este mal tiempo en que el diablo ha venido a cenar sin que nadie lo invitara.
Desde aquella crisis petrolera de inicios de los años 70, desde que en 1990 jugábamos dominó y terminábamos borrachos de tantas “colas” y sobre todo de “frías”, amanecidos por echar 7 galones de gasolina al Civic de entonces. Desde un pésimo gobierno y la noche en que explotaron tres bancos y 40 años de complicidades y colindancias todas, desde entonces, el país no presagiaba momentos tan dramáticos.
Es correcto buscar el consenso y la unidad, pero en lo que el PRD y otras fuerzas, el CONEP y sus príncipes, ANJE y sus princesas, el FORO SOCIAL y sus guerreros, Participación y la embajada, todos acuden y opinan, hay medidas que tomar: ayer. El diablo está aquí, y enamorado. El Presidente debe dirigirse al país y explicar con lujo de detalles la gravedad de la situación, y sus decisiones. El equipo energético del gobierno, y el económico también, saben bien cómo y cuáles medidas urgentes tomar. ¡Claro que lo saben! El asunto es tomarlas.
De entrada, cada dominicano debe saber, -y la publicidad estatal debería explicárselo- que la estabilidad económica del país, la joya de la Corona, el mérito mayor de los morados gubernamentales, ese dólar bien sentado en 34, ay, esa inflación enamorada del 9, no se mantendrán por mucho tiempo en un país donde un galón de gasolina cuesta 200 pesos y el precio internacional del trigo y el maíz se ha disparado, y se afectarán las remesas que son “el situado moderno” que junto al “lavado” y el microtráfico barrial evitan guerras civiles y pobladas; escasearán alimentos, habrá que dejar rodar el peso hasta el 37 por uno, y otros males.
No se equivoquen, señores de todos los poderes, no es que está lloviendo, no, es que la economía mundial y sus trampas nos está meando encima, y para colmo de males, sin que nadie lo invitara, el diablo vino a cenar.
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