En diferentes momentos de nuestra historia política, a la partidocracia nacional -PLD, PRD, PRSC- le ha tocado ser víctima del uso de los recursos del Estado en una campaña electoral. Hagan memoria.
Al mismo tiempo, los tres, en momentos diferentes, han sido vulgares usuarios de esos recursos para facilitarse las cosas en un proceso electoral, en un intento de reelección. O sea, que el problema del uso de los recursos del Estado en procesos electorales y la financiación ilegal de campañas y partidos, ha estado presente –impunemente- en nuestro sistema político desde siempre, como los montos de esos usos y abusos han aumentado con el monto del presupuesto nacional.
En nuestra partidocracia, en este tema no hay inocentes, como en su ausencia no hay consuelo, o sea, “no vuelvas, lo que quiero es esperarte.”
Dicho y admitido lo anterior, lo que queda por saber es si los príncipes de la partidocracia se van a quedar haciéndonos cada dos años el show de la víctima -dos de ellos-, y de victimario el tercero, o si, al fin, están dispuestos a terminar con esta perversión asumida y felizmente aceptada por los tres, claro, en sus gubernamentales momentos.
Y ya saben los tres –cómo no lo va a saber un balaguerista de sus reelecciones, un pepehachista comprador de una modificación constitucional para una repostulación, o un peledeísta feliz, nominal y compactado en este mayo que muere- cómo no van a saber los señores, que a más presidente candidato más uso de los recursos del Estado en campaña, sin importar el partido que gobierne.
Entonces, sus honorables excelencias, queda en sus manos prohibir la reelección presidencial, modificar la Ley Electoral, aprobar el Reglamento de Elecciones que trae equidad e impone reglas a la chercha de la campaña y dificultades al lavado y al narcotráfico, y queda también, la aprobación de una Ley de Partidos. Todo está en sus manos.
Si no lo hicieren, por favor, abstenerse de venir cada dos años con la misma cantaleta, tan cierta como doliente.
Esta es su oportunidad, perínclitos, si no la aprovechan, vayan pensando en Hugo Alberto, Rafael Leonidas con PC, porque ya no tengo dudas: “Maquinini, aquí se va armá una vaina.” Tanto sobó la madre al hijo, hasta que le sacó un ojo. O mejor lo diría Silvio, como siempre: “Tanto que yo te busqué, y tanto que no te hallaba/ que al cabo me acostumbré/ a andar con tanto de nada.”
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