Publicado originalmente el 10 de abril, por ser viernes y por la urgente necesidad de un respiro para todos, me concedo la licencia de repetir esta historia por complacer, por recordar, en fin, "ya sabes, cosas de viejos, resquemor de no haber sido".
Era sábado y llovía. Había de todo en aquel lugar, incluso libros, lo que no sorprende mucho estando en una librería.
Se celebraba allí una tertulia de ironía.
Recién llegaba Al Gore, en su Ataque contra la Razón, Hamlet cantaba a su Fiero, y Euclides contaba su león "sancristobero", patrón mayor del dolor. Mientras tanto, uno insistía en vivir en el peligro del amor por ejemplo, y Tony se rendía al honor del Movimiento Revolucionario 1J4.
Si mal no recuerdo, Mickey Ceara explicaba los Objetivos del Milenio y nos torturaba con los resultados del Informe de Desarrollo Humano 2007; mientras tanto, Decamps Miguel, como siempre, enmendaba planas como un albañil de la literatura, como si contara versos y no pasara nada.
Insisto en decir, que hasta ese preciso momento, puedo jurarlo, había de todo en aquel lugar, incluso, libros y hasta algunos amigos.
Todo ocurrió en un segundo, cuando una joven mujer, alta, morena, armada de la mirada cruel que poseen las mujeres inteligentes cuando, además, se saben bellas; indolente en su gracia, cautivante en su andar, llegó frente a nosotros, y sin vernos ni mirarnos, ocupó un asiento en la mesa de sus amigos. Pero, al sentarse, sus senos casi se asoman dispuestos a saludarnos, y sus piernas, al cruzarse, insinuaron la visión de unos muslos desafiantes, mar de navegar, desierto caminando hacia el oasis, ay, don Radha, cristo crucificado.
Fue entonces, cuando, quejosa, se escuchó la voz lenta y pausada de un pobre tertuliano que, entristecido, habló desde el dolor de sus muchos años, y dijo: "Nada tan inútil como ese vestido blanco."
Se hizo el silencio, y yo, torpe como los adolescentes enamorados, no pude más que levantarme en silencio, y bajar a la primera planta a releer a Amado Nervo: "Todo en ella encantaba/ su mirada su gesto/ su sonrisa/ su andar/ el ingenio de Francia de su boca fluía/ era llena de gracia/ como el Ave María, ¡quién la vio, no la pudo ya jamás olvidar!" Pues sí.
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