"Por defender mi libertad me quedé solo y quizás ese sea el premio." F. Cabral.
Para mi sorpresa y asombro, la señora ministra de Educación, profesora doña Alejandrina Germán de Sosa, en pública conversación con periodistas me acusó de manipular periodísticamente sus declaraciones. Podría enviarle a la vieja amiga una colección de artículos y hasta algún libro que le demuestren y recuerden nuestras viejas coincidencias, y su alegría. Sin embargo, bastó un desacuerdo, un solo tema: -el de su torpeza infinita en el manejo de las críticas de la prensa al contenido proteínico de la leche que Educación compra a suplidores para servir a los niños-, para que, como un torbellino de intolerancia, nos considerara un vulgar manipulador de información, y eso no se lo acepto yo, ni a doña Yolanda Ortiz, que es demasiado. Yo no tengo más fortuna que la credibilidad de mi firma y la sinceridad de mis palabras, Alejandrina. Como Cabral, por defender mi libertad camino solo y quizás ese sea el premio. A la profesora amiga hay algo que debo aclararle. Si por una responsabilidad ciudadana, porque consideré que el gobierno del PPH ponía en peligro el futuro de las Paola de cada quien, asumí frente a ese gobierno una posición frontal, crítica, bien documentada -y sin manipulación, señora secretaria-, tengo entonces el mandato de conciencia y de objetivo periodismo de seguir atento los pasos del actual gobierno y sus desaciertos. Afectos aparte, mi señora. Como Platón, uno es amigo de Sócrates pero más de la verdad, y que diga la dirección del PLD si en los cuatro años del PPH aceptamos nosotros ser parte de ningún grupo de periodistas en apoyo al entonces PLD opositor. No señora. Mis públicamente admitidas coincidencias con el pensamiento político de Bosch, o, con la visión de país del estadista Leonel Fernández, (que prefiero sobre el jefe de gobierno) no hipotecan mi libertad de criterios ni mi independencia, y usted bien sabe que más de una vez he pagado el precio. Léase el discurso del Presidente a los RRPP del gobierno, profesora. Los funcionarios no necesitan albarderos de la palabra, francotiradores del insulto, ni jodedores del mal decir, sino críticos responsables que emitan sus opiniones con franqueza y sin más intención que la de aportar un rayo de luz, porque amanezca al fin la mañana feliz de un mejor país.
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