lunes, 25 de agosto de 2008

Octavos de la izquierda

Gracias a su talento adornado de coraje, Félix Díaz logró la hazaña de ganar la medalla de oro en Beijing, con el importante añadido de que, la suya, es la primera presea de oro alcanzada por un atleta cotidianamente dominicano, criado y formado en tierra dominicana. (Félix Sánchez, nuestro otro gran medallista, fue un regalo del sistema deportivo y la sociedad estadounidense al país.) Ganó Díaz, después de estar al borde del retiro, indeciso entre hacer guantes o lavar carros. ¿Cuántos atletas como Félix andan hoy entre cañadas nauseabundas, precariedades y sus mismas indecisiones de pobreza? Gano Díaz. Un héroe deportivo ha nacido desde Sabana Perdida para el mundo. Todo un ejemplo de que es posible la esperanza, que Dios y la María tienen sus juegos. Ahora todo será y ya es fiesta, homenaje, reconocimientos, regalos todos, y fotos muchas, muchas fotos, pero no se trata de eso. Hablo de que Díaz y su oro, como Gaby Mercedes y su plata, no pueden ser la excepción sino la regla. Con sus medallas, ellos se les han escapado a un mundo de pobreza y precariedades, pero nada cambiará en el diario vivir de la mayoría de los demás miembros de selecciones nacionales deportivas, muchos de los cuales, como Félix, hasta ayer, viven entre cañadas nauseabundas, callejuelas de polvo y hambre, entre la caridad de un ministro buena gente, un Luisín Mejía siempre solidario, y un jefe de Estado mayor que lo engancha a la guardia, marina o aviación "para que vaya tirando con esos chelitos", y así no puede ser. Hablo de pensar más allá de Díaz y Mercedes, justo lo que en un certamen de belleza hizo Mario Benedetti, cuando le escribió el poema, no a la ganadora del cetro, sino a la octava de la izquierda: "la reina es la más linda/ pero la octava de la izquierda es la más seductora/ !quién podrá resistirse a sus labios en pena/ a sus ojos de vencida/ su tristeza en bikini!" No hablo de Díaz ni Mercedes, los reyes, sino de esos otros octavos y octavas a la izquierda. Pensemos en el resto de nuestros atletas, nuestros octavos de la izquierda, a quienes sólo recordamos cuando, sin permiso de Dios ni La María, por huir de la pobreza, se van hasta la Muralla China a celebrar con sus hazañas la existencia de una nacionalidad herida de inequidades, frustraciones, y sobre todo de una incapacidad sempiterna para definir sus benditas prioridades. Octavos y octavas a la izquierda, por ejemplo. ¡Salve Campeones, octavos y octavas de la izquierda, un bulevar orgulloso de ustedes, les saluda!

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