lunes, 18 de agosto de 2008

¡Quién lo diría!

El pasado viernes, lamentaba en este bulevar el hecho de que nuestra clase política no parece estar a la altura de las circunstancias y sobre todo a la altura de nuestras desgracias, pues justo cuando el país se nos desparrama de inequidades e ineficiencias en medio de una crisis internacional que hace peligrar nuestra estabilidad macroeconómica, a la muchacha y sus señores no se le ocurre nada mejor que sentarse a discutir en el Congreso la posibilidad de ampliar los márgenes de la reelección, eliminando el "nunca jamás" del artículo 49 de la Constitución. Y todo, a pesar de lo vivido en los procesos electorales de 1970, 1974, 1978, 2004 y 2008. (Como ven, ya ni siquiera somos capaces de aprender de nuestros errores.) La historia enseña que en un país como el nuestro, poblado de analfabetismo funcional, herido de clientelismo y pobreza, con unas instituciones más débiles que un amor lejano, la reelección sólo remite a corrupción y malevaje, y en el tema no hay inocentes ni en la presidencia del Ateneo de Peravia, que ni existe, ay, que aquí el mal lo llevamos en la sangre, vive en el tejido social de nuestro país acosado por los fantasmas de Trujillo y Balaguer que con éxito nos persiguen, guían, inspiran. La eliminación del "nunca jamás" tendrá sus bemoles, pues el lógico desgaste que provocaría un segundo periodo de gobierno PLD, posibilitaría la vuelta triunfal de don Hipólito al Palacio Nacional en 2012, y de paso, radicalizaría la grave aunque silenciosa crisis interna del PLD cuando, cercano al 2016, un Leonel Fernández como un Joaquín Balaguer villajuanesco, intente volver, volver, volver. Si en el país tuvimos que llegar a los excesos que representaron las quiebras fraudulentas de tres bancos con sus impunes complicidades, para al fin lograr imponer orden y transparencia en todo el sistema financiero nacional, -que hoy anda más confiable que un cura de barrio-, todo parece indicar que aquí necesitaremos un BANINTER político y social para reaccionar y actuar como ciudadanos responsables y definir de una vez y por todas, nuestras benditas prioridades. ¡Quién lo diría! Tantos homenajes y tanta cháchara, tantos muertos y desaparecidos en la lucha por la Democracia, y cuando al fin la tenemos, ahora resulta que no sabemos qué carajo hacer con ella.

1 comentario:

Ismael Ogando dijo...

una catastrofe social. j'ai creve coeur!