Si una luz tiene este gobierno, la irradia su equipo económico casi completo, y no por su simpatía que no la tiene, ni siquiera por su sonrisa que importa poco, sino por sus hechos. A pesar de pesares y presagios. La democracia es un abuso de la estadística, que decía Borges, pero siempre mejor que la tiranía, que es un abuso de la muerte.
Es cierto que, de cuando en vez, entre los funcionarios del equipo económico hay algún berrinche que apacigua el number one, pero eso no es lo importante, sino los éxitos de una gestión económica a la vista de todos, a pesar de pesares y presagios.
Durante décadas, el empresariado exigió al gobierno, eficiencia fiscal y reducción de la evasión, y eso, entre sonora sonrisa, le ha regalado Juan Hernández, y a las estadísticas sin Borges me remito.
El sistema financiero bajo la tutela de Rafael Camilo, anda ahora más seguro que una quinceañera con la abuela de chaperona. Ya los bancos tienen sus problemas, estos se solucionan, y uno ni se entera.
La saludable terquedad y confianza en sus decisiones de Valdez Albizu y el CC del oráculo monetario, han dado sus frutos. Y miren que no ha sido fácil, pues desde agosto 2004, cada tres meses unos amigos asesores económicos y de comunicación política del PRD, muy bien amueblados intelectualmente y mejor situados mediaticamente, presagian el próximo derrumbe de la economía, la madre de todas las batallas económicas, o sea, el fin de la estabilidad, y lo hacen con la errática certeza con que Francis Fukuyama pronosticó el fin de las ideologías, pero peor.
Al fin, lo del Fuku era asunto de ideas, lo de estos amigos es tan material y tangible como un mango o un vaso de leche, pero con todas sus proteínas, por favor. Según los señores, la estabilidad macroeconómica debió explotar como si el PPH gobernara, que es mucho decir. Sin embargo, 48 meses después, ni siquiera las pésimas condiciones de la economía internacional y en especial la de USA, con su crisis hipotecaria de sub prime, su creciente desempleo o el debilitamiento del dólar frente al euro y otras divisas; ni siquiera los excesos gubernamentales que en nuestra cultura política conlleva un proceso electoral reeleccionista que "desguañanga" economías, según B. Vega, han logrado hacer realidad el sueño pepehachista, de que cualquier tarde, por fin, como en un París de monedas, arda el Banco Central entero, con todas sus estadísticas, sus gerentes de tímida sonrisa, ¡ay, Jocheta! y sus bóvedas subterráneas y frías.
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