Anoche estuve en el acto de homenaje a los héroes de las expediciones de Constanza, Maimón y Estero Hondo del 14 de Junio de 1959, y de Luperón del 19 de junio de 1949, celebrado en el salón Las Cariátides del Palacio Nacional.
Desde aquella recepción de agosto 1996, no veía uno tan inocente y patriótico, tan dominicano y glorioso, tan digno y decoroso el Palacio Nacional. (Oficiales de la seguridad de Palacio me aseguraron que, asustado, el fantasma de Trujillo anoche no salió de los sótanos del lado izquierdo por más que alguno insistió en saludarlo.)
La generación de héroes que anoche estuvo dignificando con el honor de su presencia, con su duendes o sus dignas ausencias el Palacio Nacional, tiñó de patria cada pared y cada espejo, cada lámpara llorona del salón de Las Cariátides; juro que me hubiera gustado preguntarle –a solas, con discreción- a tanto héroe presente, tanto coraje en retiro, tanto deber cumplido, qué piensan de lo que las generaciones posteriores hemos hecho con la patria que ellos nos inventaron y legaron entre tiros, muertos, sangre, cárcel, oprobios, lágrimas, flores de junio, ay, mariposas de abril y algún noviembre.
Recordé, entonces, que el próximo gobierno que es este, y su partido y lo que queda o pueda quedarle de aquellos sueños primeros, tienen el deber histórico de llevar a la realidad, -con la loable terquedad y voluntad política y sacrificio económico con que, por ejemplo, se construyó el ahora alabado Metro- la Revolución Democrática por la que un viejo sabio de Río Verde, (de niño le decían Juanito) fundó un partido hace ahora casi 38 años.
Como hoy es 14 de Junio y el país no aguanta una sola desesperanza más, lo dejó escrito aquí, cuando parece que va a saludarme un sol miedoso, horas después de haber visto emocionado a tanto héroe anónimo reconocido, y no poder dejar de pensar desde entonces, -como miembro de una generación desmemoriada que confundió culpables y no era tan inocente-, la reflexión que ha inspirado este bulevar y sus nostalgias: ¡Cuánta paz debe inspirar el deber cumplido!
Cuenta y canta Cortez: "A mí los 18 me pasaron de largo/ estrenando opiniones, intenciones y cantos/ (…) tú te hiciste a la niebla en el mar del espanto/ fue la muerte bandera y la vida un milagro/ Lo mío fue distinto, Daniel, lo mío no fue nada/ yo no tengo esa sombra que vaga en tu mirada." Daniel son ellos, nosotros somos nada.
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