A pesar de que existe una sentencia judicial que le obliga a cesar en sus acciones contra la libertad de empresa de la compañía Chevron, el Sindicato de Choferes Transportadores de Petróleo se mantiene en sus quince, como si nada, o más bien como si mucho: como un guerrillero del volante, con el indignante añadido de ser reconocido/homenajeado y estimulado en su acción ilegal y terrorista por la mediación del honorable gobierno, como si no existiera una fuerza pública, dueña del uso exclusivo de la violencia en defensa del orden constitucional, la aplicación de las leyes, sentencias judiciales y punto.
Esa reiterada falta de autoridad del Estado para aplicar sus propias leyes está aniquilando la paz social y se está robando el futuro del país. Cada día más dominicanos se levantan, besan a sus hijos, leen los diarios y se preguntan si vale la pena el trabajo honrado, la decencia, el futuro. ¿O no?
Un país debe ser algo más que mulatas de buen ver, ("un mediodía se apagó hasta el sol, celoso, del pendular sin tiempo de su pelo negro, el indiscreto encanto de sus ojos moros") y atletas de excepción en Grandes Ligas.
El problema económico de la nación es grave. Pero pobres hemos sido siempre. No. Nuestra tragedia mayor no es la pobreza, que es un asco de vergüenza, sino la falta de fe, la desesperanza que se va apoderando de los ciudadanos en su dolorosa certeza de que mañana nada será distinto.
Así como para un joven, el futuro es una vaina que inventaron sus viejos para joderles el bonche, así, aquí las leyes son vainas que sólo existen para ser aplicadas al hombre decente sin vocación para el terror, ni talento para el latrocinio, el Club de los Pendejos, por decir.
A mi panal El Kates, EDESUR y sus brigadas le cortaron el suministro de energía ocho horas después del plazo establecido. ¡Qué legal eficiencia! Sin embargo, el mismo Estado, dueño de EDESUR, se desinteresa -sin rubor- de actuar contra los acusados de corrupción en cada gobierno y es incapaz de aplicar la ley a "los dueños del país", sindicatos de transporte, porque con sus huelgas pueden dañarlo, como no lo daña un hombre honrado, un ciudadano invisible por decente. Más que al trabajo, esta sociedad incita a la delincuencia.
La falta de autoridad del Estado nos conduce al caos generalizado, la anarquía social y a la delincuencia barrial, por supuesto. Los gobiernos olvidan las leyes y negocian con quienes ellos mismos acusan de ser delincuentes, y a los Renoves de cada gobierno, -con sus millonarios/financiadores culpables e impunes- me remito. Hagan memoria y sírvanse una "fría", que es viernes, y en Libertad 8 canta Sabina, y sin embargo...
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