Pablo Neruda, extasiado frente al mar de la isla de Capri y enamorado hasta el delirio, preguntó una vez a Matilde Urrutia: "¿de qué nos serviría la unidad en un cementerio?" sólo para responderse, decidido, entonces "Que no nos separe la vida, y que se vaya al diablo la muerte."
De igual manera, pregunta uno a su Matilde popular: De qué sirve a los mortales el éxito empresarial, personal, sino somos capaces de compartirlo con los que amamos, el país por ejemplo.
Tal parece que ese razonamiento ha sido el que ha inspirado en las últimas décadas el mecenazgo cultural y deportivo del grupo León Jiménes (GLJ), popularmente conocido como "Loleone", que ya ven ustedes, cómo los pueblos tienen su manera creativa de admirar, respetar y expresar cariño a quien siempre le acompaña.
Hace años, en mi presencia, un machista leninista afirmó que detrás de todo gran hombre existe una gran mujer y luego la esposa. Como he sido hombre de grandes "quereres" pero de uno en uno, no comparto la reflexión pero sí su aplicación en lo que al GLJ y el país se refiere: Detrás de toda iniciativa por mejorar algún aspecto de la vida nacional, casi siempre anda, lógicamente, el santo Estado como esposa, todo formal ella, pero también está el GLJ como una especie de novia popular que acompaña siempre al machista leninista del pueblo dominicano en sus momentos felices o en los difíciles, no importa. Pocas hojas se mueven en el mundo cultural, literario, intelectual científico y deportivo del país sin que la brisa del grupo León Jimenes le sople. Para colmo de bienes, el GLJ es dueño una cerveza convertida en orgullo nacional y símbolo de la dominicanidad, de tan radical manera que sus otros productos son víctima del prestigio de la "Presidente". Su cerveza Ámbar, que hace buen tiempo me presentara en santo lugar mi fraterno amigo El Katespol, sólo tiene un defecto: No es "Presidente", y de ahí todos los problemas de todas las demás cervezas del mercado, y las estadísticas no me dejan mentir.
El aporte más reciente del GLJ ha sido la publicación de una historia general del tabaco, escrita por Mu Kien Sang y José Chez Checo, quienes desnudan en exhaustiva y completa investigación lo que ese cultivo ha representado para la cultura y la economía del país, desde el lejano momento en que en Cumayasa, a un vicecacique taino despechado, -a falta de "frías" y colmadones en esa época-, le dio por fumarse un cigarro por comenzar a olvidar un amor impertinente y contrariado, según mis fuentes. ¡A su salud, don José!
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