El pasado viernes realizamos en la Sala de la Cultura la actividad que habíamos bautizado como: "Políticos en amores".
A pesar de la incesante lluvia, los resultados no pudieron ser mejores.
Había que ver al siempre firme Hatuey Decamps humanizado hasta el poema, cargado con nueve libros de poesía en un macuto de la librería Gandhi, y un CD con poemas de Los Versos del Capitán musicalizados por Manuel Picón. Ahí estaba, el mismo gladiador político que horas antes había debatido sus posiciones con vehemencia y dureza frente al presidente de la JCE, Castaños Guzmán, que fue, junto al alcalde Roberto Salcedo Hugo Tolentino y Milagros Ortiz, uno de los impedidos de llegar al lugar por culpa del insistente aguacero.
Después de las 8 y 10, fue imposible que alguien entrara ni saliera del Teatro sin recibir un empape de pura madre. Fue esa inclemente lluvia, la que nos obligó a suspender el encuentro previo en El bulevar del amor, donde esperaban grandes poemas musicalizados por Milanés o Ibáñez, o leídos por sus autores, Alberti, Benedetti, Sabines. Poemas que uno, con esmero y algo de vino había seleccionado la madrugada anterior, mientras escribía el bulevar de ese día. Sin embargo, la lluvia en su insistencia y el público que allí estaba sólo por su devoción a la santa poesía o mandato fraterno del imperialismo de la amistad, crearon un ambiente íntimo que facilitó las cosas. Se trataba de humanizar los personajes políticos a través del poema de amor y lo logramos.
Pero, además, hubo felices sorpresas. Por ejemplo, Fidel Santana, el combativo dirigente de FALPO resultó ser un exquisito poeta erótico con una prosa sencilla adornada sólo de pubis y gladiolos, mientras Narciso Isa Conde nos retornaba a las nostalgias uasdianas de los setentas, con un poema dedicado a un bosquecito romántico donde él y su amor de toda la vida, Lulú, comenzaron a robarle besos a la lucha revolucionaria de entonces.
Jaime David Fernández y Minoú Tavarez, como Hatuey, apostaron al libro más citado de la noche, Los Versos del Capitán. Minoú leyó "La Carta en el camino" que en sus años habaneros le fue entregada como adiós por un chileno que la amó desde el primer día, antes de irse a guerrear contra Pinochet para volver décadas después "y echar la puerta abajo", para seguir con Neruda y El Capitán. Y hubo más, pero por falta de espacio se lo contaré mañana, si Dios y las Paola quieren.
1 comentario:
Qué bueno, queda algo de humanidad en los políticos, queda la poesía.
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