Con la inauguración de la Feria Internacional del libro, se inicia la principal fiesta cultural del país que este año coincide con la campaña electoral presidencial.
La coincidencia permite ver en primer plano los dos países que somos, y esta vez no me refiero a lo material, al moridero de pobres con vista a una marina, que siempre digo y también somos. No. Hablo hoy de desarrollo institucional y aceptación del juego democrático, de valores nacionales, del sí mismo patriótico ante nosotros mismos y el mundo.
Feria y Elecciones son las dos caras de la moneda subdesarrollada que somos, y representan lo peor y lo mejor de una patria que avanza zigzagueante y a veces retrocede, patria amorosa y a veces sin camino, distraída de olvidos.
La Feria es la mejor expresión de los avances del Estado dominicano en lo que tiene que ver con sus culturales asuntos. Un buen ejemplo de cómo se organiza una fiesta que nos proyecta y nos representa como somos. Fiesta de oportunidades, completa, plural, participativa, diversa, respetuosa de las minorías, bien administrada, ajustada a un presupuesto, con licitaciones para todo y malgasto para nada. Exactamente lo contrario de lo que somos institucionalmente. La Feria es una excepción de amor desde la cultura de un pueblo empobrecido y casi feliz que se niega a la desesperanza.
El día en que todo el Estado funcione con los valores y criterios de La Feria, estaremos casi en amores con la civilización, (y seremos, al fin, democráticos amantes de caminatas sin sol en tardes de lluvia), justo lo contrario de lo que a un país sin fortaleza institucional trae una campaña electoral presidencial, agravada con una repostulación presidencial, regalo del PPH, que no hace si no amplificar todas nuestras imperfecciones y debilidades institucionales y democráticas de siempre.
En una campaña electoral se trata de vencer, aunque la victoria una y otra vez llene de vergüenza a Bosch y a Peña, y ambos tengan que sentarse, vencidos, a charlar en la gloria de su ejemplo, en una mesa del Bar bohemio de Freddy, por tomar un jugo de naranja natural, de los de Mike, y escuchar Adagio, en versión de La Mouskoury. (Según mis fuentes, ambos, JB y PG, estuvieron anoche en El Bulevar del Amor, frente al bar del Teatro, y leyeron "Lo fatal", de Rubén Darío.)
Contrario a la campaña, la Feria muestra al mundo lo mejor de nosotros. El Lantigua, con su prosa de respeto y sus hechos de ejemplo, se esmera, con Arvelo y Valdez, en demostrar a quien corresponda que somos un país de amores, y podemos llegar a ser, quizás, alguna vez, un país de ciudadanos.
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