"Y esa lluvia de recuerdos caiga en tu alma otra vez... y entonces" Sylvia Rexach
De aquel día, de aquella tarde recuerdo especialmente a la joven de amarillo que en el lado derecho del patio, al pasar y saludarnos, detuvo sin querer la brisa y se llevó el sol entre sus dedos de pianista adolescente. Claro que recuerdo. Y debe recordarlo D. T., que todavía sin Banco, sonriendo guardó silencio, mientras los demás con urgencia pedíamos una copa de cualquier cosa. El acto inaugural todavía no empezaba.
Uno no ha olvidado todavía aquella mirada, esos ojos, ay, don Radha, como no puede olvidar la inauguración del Centro León, aquel 3 de octubre de hace ahora cinco años. Y es que todo lo que prometía entonces el centro, es hoy una palpable, disfrutable, bebible y orgullosa realidad.
Si hay un espacio en la media isla donde usted respira el orgullo de ser dominicano, lo guarda entre sus paredes, tertulias, exposiciones -y alguna joven de amarillo-, el Centro León.
Quizás la única nota discordante en toda esta celebración, ha sido mi fracaso en dar un golpe de Estado al Ginebra, Freddy, como presidente honorífico del Centro aquí en Santo Domingo, aunque no pierdo esperanza ni momento para hablar muy mal del duende mayor cada vez que me encuentro con Don José o Yunén. Pero nada. Y sigue uno todo resentido, -por lo menos entre "frías"- confirmando la sentencia del poema mariano: "Todo Vice Dios es ateo." Pero sigo en mi insistencia, campaña improbable pero no imposible.
Mientras tanto y llega el día de mi asunción presidencial por chismes bajos, cada vez que puedo cruzo por el Centro a celebrar mi nacionalidad, un poco jodida sí, casi vencida es cierto, pero amada, como si fuera una muchacha trigueña, vestida de amarillo.
Cinco años después, el Centro León es ya el gran escaparate de la nacionalidad dominicana, el paradigma de solidaridad empresarial con su pueblo, la mejor expresión de lo que puede lograr una familia agradecida de una patria generosa que con cariño le llama: "Lo leone".
Felicidades Santiago, familia León, don José, felicidades Yunén, y ahí viene el Congreso como un bolero, ay. como un bolero, o sea, "se ve que no conoces/ que poco tú has vivido,/ te advierto que es difícil y muy lento/ ese proceso de olvidar… y entonces…"